jueves, 14 de junio de 2007

FUERA PALOU

De antemano una disculpa por el anonimato, la amenaza hacia los estudiantes existe y no nos permite dar nuestros nombres, esto no será para siempre; por el contrario, buscamos sentir el respaldo y la adhesión de más estudiantes para constituir una voz colectiva. Una voz que nos otorgue verdadera representatividad, inmune a la violencia que hoy existe en nuestra universidad y es promovida por la misma figura represiva, autoritaria y mentirosa que hoy se dice rector: Pedro Angel Palou. Este espacio si es territorio UDLA, háganlo suyo.

Para publicar cualquier información que deseen, escriban a fuerapalou@gmail.com.

Atte
Bill & Ted

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece buena idea este blog, pues creo que este tipo seguirá haciendo de las suyas, pues al parecer tiene todo el respaldo de la fundación.

Al menos hay que quemarlo ante la sociedad.

Anónimo dijo...

gracias un respiro que bueno que hay estudiante que queremos que el Dr Palou se largue

La realidad es que todos queremos a Palou fuera

Anónimo dijo...

qué curioso que yosoyudla ya no se actualice, no? El que calla otorga, qué vergüenza.

Gracias por este nuevo espacio.

exalumna

Anónimo dijo...

[... buscamos sentir el respaldo y la adhesión de más estudiantes para constituir una voz colectiva...]

Ten por seguro que tienes el apoyo de no cientos, sino miles de estudiantes, udlas y exaudlas, profesores, padres de familia, inclusive gente de la comunidad académica internacional.

Lamentablemente, al parecer, anónimo 1 tiene razón. El patronato apoya por completo a Palou. No hay democracia en la UDLA. Sin embargo la UDLA no es de rectoría, es más, me atrevería a decir que ni siquiera le pertenece a los Jenkins. La UDLA le pertenece a la sociedad Mexicana, a sus alumnos, administrativos y profesores. A los exalumnos que, a pesar de que estamos inmersos en nuestras actividades ajenas a la UDLA, seguimos dándole seguimiento a nuestra alma mater. La UDLA es una fundación, no una asociación.

La lucha apenas comienza, aunque aparentemente no pasa nada, ten por seguro que hay grupos que estan trabajando para cambiar esta situación. Es tardado..., claro que lo es. Es tardado porque se debe hacer con cautela. Las grandes batallas para terminar con el autoritarismo tuvieron como base la inteligencia y la prudencia.

No tienes por qué disculparte por tu anonimato. Es comprensible. De hecho yo, a pesar de ser ExaUDLA, estoy en contacto con gente de adentro, que obvio no mencionaré. Ten por seguro que la universidad se recuperará.

Palou minimiza el valor y el potencial de nosotros los exalumnos. Esto se vió claramente cuando en los medios mencionó que en la graduación efectivamente hubo un grupo que mostró su inconformidad, pero dijo que este grupo era pequeño y además se trataba de estudiantes que ya van de salida. Es claro que nos está haciendo ajenos a nuestra alma mater. Sin embargo le demostraremos que los exalumnos podemos hacer más cosas que simplemente estar de espectadores.

La lucha apenas comienza, y todos somos parte de esto.

ExaUDLA.

Anónimo dijo...

La idea del blog es muy buena. Ojalá verdaderamente se concentren aquí los esfuerzos. Es decir, existe el riesgo de que éstos se dispersen, con blogs e inciativas distintas. Hay que cerrar filas¡¡¡¡ Con este recurso, desde dentro y fuera hay que dar la lucha por la UDLA. Fuera Palou y su camarilla¡¡¡¡¡¡¡

Anónimo dijo...

Lamentablemente acabo de enterarme que esta tarde despidieron vía mail al Dr. Jorge Calles y al Dr. Antoni Castells del departamento de Comunicación, se teme que un mail similar haya llegado a la Dra. Claudia Magallanes y al Mtro. Miguel Lavandeira.

Anónimo dijo...

"Amicus Platus sed magis amica veritas"

Recientemente me enteré de la difícil situación que está atravesando mi alma mater donde se ha generado en la sempiterna lucha por el poder un ambiente represivo en contra de profesores, alumnos etc. Sin embargo, esto no es nuevo. En 1985 se vivió una situación que guarda ciertas similitudes con la actual en el caso Espinosa vs. Grossman teniendo como resultado final, a saber, la escisión de la UDLA campus Cd. de México y campus Puebla.

Por mi parte, me preocupa mucho que la UDLA se esté desprestigiando tanto al grado tal que ya no representa ningún honor graduarse de ella. En Puebla hoy en día hay mejores opciones para estudiar y por lo menos en lo que a mí respecta, jamás mandaría a mis hijos a una universidad donde se viva una situación donde se tenga a un tirano como rector. El doctor Cárdenas aun cuando tardó muchos años en esta posición, por lo menos pudo sobrellevar medianamente bien su mandato.

Por otra parte, considero que sería muy importante conocer la opinión oficial de la Sociedad de Exalumnos al respecto.

Anónimo dijo...

Los 3 representantes de exalumnos fueron expulsados del Consejo Universitario por ser parte de la "conjura" en contra de la institución. Hoy el consejo de plano ni existe. FUERA RECTOR PRECIOSO

Anónimo dijo...

Al igual que todos ustedes es con tristeza que leo sobre la crisis por la cual esta pasando nuestra universidad. Por un lado me da ravia que pueda prevalecer un personaje tan despota a cargo de la UDLA y que por encima el patronato no asuma sus responsabilidades. Pero por otro lado me enorgullece que estudiantes, ex-alumnos, padres de familia, profesores y otros miembros de la comunidad esten uniendo sus esfuerzos para exigir transparencia y la salida de Palou. Creame la informacion esta circulando y cada vez mensaje sera mas fuerte!

Anónimo dijo...

Para caminar entre cadáveres, una crónica negra de la FIL

Pedro Ángel Palou


Me he dado cuenta, casi por percepción extrasensorial, que la FIL se ha convertido en mi medida del tiempo. En mi pimera edición oficial —ya sancionado como escritor en esta curiosa y vanidosa República de las Letras— compartí con Volpi desde el cuarto de hotel (él tiene la curiosa costumbre de dejarlo todo, si pudiese su mismo cuerpo, esparcido, y de mojar las alfombras con el agua de sus duchas) hasta una interminable pero inútil firma de libros en el estand de Nueva Imagen. Una piadosa amiga nos compró el único ejemplar que manchamos con nuestras rúbricas esa mañana. Éramos jóvenes y eso nos redimía frente al monumental fracaso.

Han pasado muchos años y muchos libros desde entonces. La feria ha crecido, casi elefantiásicamente, hasta convertirse en un batiburillo inapresable, no sólo por sus proporciones sino por el orden directamente proporcional de su tamaño con el de sus vanidades. He oído escritores reclamar a su editor: “por qué X está en tal hotel y yo no”; a otros, discutir el tamaño de su foto en el estand, el reducido salón de su presentación —aunque en ella sólo hubiesen estado cinco intrépidos que se equivocaron, “pensé que aquí era el homenaje a Vargas Llosa”, y salieron tímidamente hasta dejar el lugar vacío a no ser por las edecanes.

En sus días iniciales caminar por la feria era más agotador que cruzar la Calzada de los Muertos de Teotihuacan, sin nada que beber. Hoy hay tequila, café, agua. Pequeños oasis —y quizá la peor cafetería del orbe—; antes las editoriales instalaban pequeños cuartos casi escondidos, áticos construidos con frenesí donde más de uno se rompió la pierna para discutir en lo oscurito con los autores y los entonces casi imposibles agentes. Hoy hay un salón especial donde las transacciones se hacen transparentes, sin misterio. Horrible estar sentado en un sofá mientras en el otro escuchas el adelanto miserable o enorme que un colega recibirá gracias a las malas o buenas artes de su representante. El anonimato se ha vuelto imposible. Muchos van a ver, los más a que los vean. La FIL es un enorme escaparate, nuestro zoológico más rentable. Toda la fauna literaria se congrega, come, bebe, medio duerme, va a bailar al Veracruz cuando oscurece y vuelve a comer, y a beber y así durante diez días y sus noches. Los cocteles de las editoriales son a un mismo tiempo la antesala del tedio y al otro la oportunidad para muchos de entonarse antes de seguirla. He visto a algunos devorar canapés al ritmo de las páginas que no escribieron ese año y a otros beber para compensar los malos pagos que, están convencidos, sus editoriales les han hecho. Los editores deben salir pitando antes de que esa beoda corte de los milagros los sorprenda indefensos después de las doce porque los educados reclamos de la mañana, las amenazas de la tarde se convierten entonces ya en vituperio encendido, en insulto. “Eres una mierda”, escuché a uno de mis más conspicuos colegas espetarle a su editor en uno de esos ágapes, “te voy a romper tu madre”. El editor, recién llegado a este país recordó de golpe no el día que lo llevaron a conocer el hielo, sino todo el cine de Pedro Infante visto en su infancia conosureña. El zafarrancho se detuvo sólo porque el escritor se rompió él mismo la jeta contra el suelo al caer de bruces después de su primer y fallido jab sobre la quijada del director general de la casa editorial que lo había invitado amablemente a emborracharse como cosaco.

Otro antiguo editor convencía a Jodorowsky —creo que sin mucho esfuerzo— que les leyera el tarot a sus mejores autores. La sentencia implacable del mago literario era casi siempre la misma: este no es tu año.

Era el año de Quino, lo recuerdo bien. Una larga cola de más de trescientas personas esperaba en el estand la firma del papá de Mafalda. El año antepasado se escuchaban gritos como si hubiese llegado Madonna o Britney Spears —cuando era ella misma joven y apetecible como una Lolita— y nos dimos cuenta de que no era así. Las adolescentes gritaban con frenesí por Yordi Rosado quien firmaba con Gaby Vargas un manual de urbanidad para adolescentes. Ríos de lectores se arremolinaban casi tirando las mamparas con la foto más agraciada de un José Saramago que cada día se parece más a Gepetto. (En Londres, Duvrabka Ugresic se quejaba de lo mismo: la autora del año en que ella fue invitada era Joan Collins, y eso la motivó a escribir un terrible libro: Gracias por no leer, que aún hoy no responde a la verde envidia de los diez mil ejemplares vendidos de la autobiografía de la actriz. En México somos más osados: este año leeremos la novela de Kate del Castillo que será, seguramente, como leer la novela de Naomi Campbell). Era el año dedicado a Catalunya y a juzgar por quienes estuvimos en la comida inaugural a los chefs catalanes los consiguieron en Zapopan. Al año siguiente, el pasado, los Andaluces fueron los invitados (como no hay suficientes escritores andaluces —ni los de Jaén, aceituneros altivos—, la mezcla fue de antología, un novelista de Tijuana se decía de padres andaluces, incluso). Este año la coherencia ha privado y al fin un país regresa como invitado. Un país literariamente pujante que tiene en su nueva generación parte de lo mejor que está ocurriendo en América Latina, Colombia. Esperemos que los homenajes no le resten público a las otras actividades con los escritores más jóvenes. ¡Que la feria no huela a mausoleo!

En Bogotá, Chespirito vendió más ejemplares que Cien años de soledad, para tristeza de todos los escritores mexicanos: Roberto Gómez Bolaño(s), dicen las malas lenguas, y quizá por el apellido materno pronunciado por su nuevo agente veracruzano, publicará su próxima novela en Anagrama: quizá hasta le otorguen el Herralde. O quizá el Rómulo Gallegos. O tal vez el Sor Juana para Florinda Meza. De todo hay en la viña del señor, me decía mi antiguo confesor cuando escuchaba mis recuerdos de Guadalajara. Él único que ha sabido burlarse de la más terrible de las secuelas de la FIL, los bustos de los premiados, ha sido como siempre, Carlos Monsiváis: “Menos mal, yo pensé que mi busto sería ecuestre”, dicen que afirmó antes de pedir que lo vuelvan a fundir algún día no lejano. “¿Qué haces en Guadalajara?”, me dijo un día con inteligencia y mordacidad Germán Dehesa, “tú escribes bien, vete a tu casa”. Estábamos en la fila del avión y yo ya no podía regresar sin ser notado. Si ese avión se hubiese milagrosamente caído, las letras mexicanas hubiesen quedado más ligeras y más felices. ¡Setenta escritores menos!, un alivio sin duda a nuestra tradición hecha más de plomo que de arte plumario. Propongo una tesis doctoral para los alumnos del Colegio de México: hacer un estudio estadístico de los autores que viajan a la FIL en primera clase y de los que van en turista y compararlo con la calidad de sus libros. ¡Sería la venganza de Cervantes contra Lope de Vega en vida de muchos que padecen los angostos espacios del viaje económico! Y, por supuesto, contribuiría mucho más al desarrollo de las letras mexicanas que los estudios sobre la cláusula adjetiva relativa en las primeras tres páginas de Pedro Páramo.

Generaciones de jóvenes tapatíos recordarán a la FIL con el mismo odio que Ignacio Padilla le tiene a la Suave Patria por culpa de sus maestros de primaria. Realizan largas colas con sus cuadernos de espiral, muchos uniformados, para ingresar a los minúsculos salones de arriba o a los enormes de abajo. Hacen dibujitos, se pasan recados de amor, se aburren como ostiones frente a las olas del Pacífico, y se van a dormir pensando que si esto es lo hacen los escritores preferirían ser futbolistas, administradores de empresas o las edecanes de Ediciones Castillo.

El año pasado la conmoción la causó el Principe de Asturias —todavía nadie lo había dibujado haciendo el amor con Leticia con la esperanza de engendrar varón, y pronto—, quien caminaba seguido por una corte de lacayos latinoamericanos por los pasillos y era saludado por todas las mujeres como si fuera George Clooney o Richard Gere, o —ya por favor, actualícense— Justin Timberlake. O para hacerlo en nuestro mexicano domicilio, Gael (Ay, Gael). Lo que reveló a todos los presentes que a) México es un país monárquico, b) las mujeres mexicanas los prefieren rubios desde la primera traductora simultánea de nuestras tierras y c) quienes asisten a la FIL no leen.

Corolario: en lugar del Príncipe de Asturias propongo invitar el próximo año al hijo mayor de Lady Di, que con esto del duelo de los diez años se ha comportado con tanto aplomo, según leo en Hola!, o a Alberto de Mónaco e instalar de plano un casino en el Auditorio Juan Rulfo.

Algunos periódicos tapatíos ya tienen unos años redactando la nota de color —a la Novo— de la FIL: los zapatos de charol de Del Paso, la bufanda de Volpi, los calcetines de Piolín de Velasco han estado allí descritos con maniática precisión de relojero suizo. Superficialidades, al fin: es imposible reordenar la FIL, y no tiene caso. Se ha desbordado, como un caudaloso río y lo mismo deja damnificados que otorga oportunidades que hace años eran imposibles para México. La FIL ha abierto la globalización del mercado editorial y de los escritores, para bien y para mal, y el camino ya no tiene retorno. ¿Se acuerdan cuando las editoriales nos pagaban en especie, con cien libros a cuenta de los mil de la edición que terminábamos metiendo a escondidas en los abrigos de los bolsillos de los amigos en las fiestas, como afirmaba Borges que él mismo hacía?

Hay, como es obvio, para todos los gustos. Lo mismo el bibliófilo que el inexistente lector actual de Krishnamurti, el ávido seguidor de las hagiografías católicas que quien busca comprar su noveno atril lector. La FIL pronto va a tener que contratar un curador de arte contemporáneo, en lugar de un experto editorial, para poder distinguir entre los estands de libros y las instalaciones efímeras que hacen parecer algunos pasillos salas del MOMA o ya de perdida uno de los antiguos hoyos fonquies de nuestras juventudes, cuando no firmábamos libros y éramos felices e indocumentados.